JOSÉ DE LA CUADRA (1903 -1941 )
José de la Cuadra, nació el 3 de septiembre de 1903 en la ciudad de Guayaquil, y falleció el 12 de febrero de 1941 en su ciudad de natal de nacimiento, fue hijo único.
Fue profesor y también llegó hacer vicerrector en el colegio Vicente Rocafuerte.
Desde muy joven le apasionaba escribir, su línea iba dirigida hacia el modernismo. Recopiló sus cuentos en las publicaciones Oro de sol, El amor que dormía, Repisas, Horno, en el que incluyó el cuento La Tigra; Guasintón: historia de un lagarto montubio, con relatos y crónicas; Doce siluetas, y El montuvio ecuatoriano, con ensayo; además de las novelas Los Sangurimas (1934), considerada su obra cúspide, y Los monos enloquecidos (1951), obra inconclusa publicada póstumamente.
OBRAS MÁS IMPORTANTES:
- El amor que dormía ( 1930 ).
- Repisas ( 1931 ), incluye el cuento Chumbote.
- Horno ( 1932 ), incluyó en su segunda edición ( 1940 ) el La Tigra.
- Guasintón. Relatos y crónicas ( 1938 ).
GUASINTÓN ( 1938 )
( FRAGMENTO )
Sí; ya lo sabía yo de tiempos: Guásinton era un gigantesco lagarto cebado, cuyo centro de fechorías era el Babahoyo, desd e los bajos de Samborondón hasta las revesas del puertecillo Alfaro, al frente mismo de Guayaquil. Sabía también, hacía poco, que como uno de esos legendarios piratas que, en los abordajes, perdían las manos bajo el hacha de los defensores, era bizarramente manco. Pero, ignoraba que se había quedado así en un lance heroico, y que su garra perdida era por ello como un blasón hazañoso.
Don Macario Arriaga me refirió la arriscada proeza de Guásinton, donde quedó manco:
-Estaba en celo Guásinton, y venía río abajo, con la hembra, sobre una palizada. Un vapor de ruedas (creo que fue el “Sangay”; sí, fue el “Sangay”) chocó con la palizada. Guásinton se enfureció: figúrense, lo habían interrumpido en sus coloquios; se enfureció y partió contra el barco. Claro: una de las ruedas lo arrastró en su remolino, y no sé cómo no lo destrozó; pero, la punta de un aspa le cortó la mano derecha. Chorreando sangre, Guásinton se revolvió y quiso atacar de nuevo; pero el piloto desvió hábilmente el “Sangay” sobre su banda, y lo evitó. Quienes presenciaron la escena dicen que fue algo extrañamente emocionante. Nadie en el barco se atrevió a disparar sobre Guásinton sus armas, y fíjese que pudieron haberlo matado ahí, sin esfuerzo, a dos metros de él; pero la bravura del animal los paralizó, porque nada hay que conmueva tanto, señor, como el arrojo. Dejaron no más escapar a Guásinton quien fue a juntarse con la hembra en la palizada.
Se aproximaron a nosotros dos individuos que yo no había visto antes. Eran invitados, como don Macario mismo, de la viuda Vargas.